Cuando a los 35 te dicen que, lamentablemente y sin motivo, perteneces al 1% de mujeres que pasan por la menopausia prematura antes de los 40 y que las posibilidades de quedarte embarazada con tus óvulos son iguales a las de ganar la lotería ... el mundo se derrumba sobre ti.

En ese momento me sentí vieja y "diferente", me enfrenté a una tormenta interior, como si descubrieses que tenía una enfermedad incurable. Pero lo fui asumiendo poco a poco hasta que decidí enfrentarme a ello porque me considero una mujer fuerte, comprometida y valiente. Y porque quería tener la seguridad de que había hecho todo lo posible, por mí y por el hombre de mi vida, antes de abandonar el sueño de ser madre.

Empezamos a indagar sobre la reproducción asistida, con una enorme oferta de clínicas y de opiniones diversas. Pero en muchos de los blogs que consultamos se repetían las críticas positivas iGin, una clínica de Bilbao.

Así que me puse en contacto con ellos. Fue una alegría que me garantizasen dos intentos (el dinero es importante y todos tenemos que ajustarnos a un presupuesto), y también nos pareció muy positivo que en iGin lleven todos los embriones obtenidos a la fase de blastocisto (pocas clínicas lo garantizan).

Después de la primera consulta online ya estábamos convencidos. El equipo se mostró cercano y dio respuesta a todas nuestras preguntas (teníamos un montón de ellas). Fueron claros y solícitos. Nos pusimos completamente en sus manos.

Me prescribieron nuevas pruebas muy concretas, que en los anteriores intentos en Italia nunca me habían pedido, lo que para mí evidenció su gran competencia y experiencia en el campo de la reproducción asistida.

Al final nos decantamos por la ovodonación y dimos con una donante muy buena. Pudimos obtener cuatro embriones. Decidí implantarme sólo uno en cada intento (me aterroriza tener gemelos). Las dos primeras tentativas lamentablemente no terminaron bien: dos abortos tempranos. Fueron meses difíciles ya que esperábamos que fuera más fácil, y empezamos a pensar que quizás ya no podríamos seguir adelante. Hablé con el médico y con Erika (responsable del equipo que la clínica tiene asignado a Italia) y decidimos dejar pasar unos meses antes de volver a intentarlo.

Cinco meses después regresé a Bilbao, en diciembre de 2019. Después de estas visitas conozco bastante bien la ciudad, pero no me puedo quitar de la cabeza la idea de que "me va a volver a salir mal porque tengo mala suerte". Pero lo cierto es que aquel intento fue el más bonito: gracias a él nos convertimos en padres de una hermosa y saludable niña. 

Nunca podré agradecer lo suficiente a iGin la amabilidad y sensibilidad que han mostrado en una situación tan delicada como la nuestra. Todavía recuerdo, en aquel último intento afortunado, ese gesto de ánimo que tuvo el médico justo antes de la transferencia. Y a Erika y Nicolás, (mis contactos del departamento de Internacional en iGin) únicos, empáticos, presentes tanto en la clínica como en los innumerables correos electrónicos y llamadas telefónicas... me hicieron sentir siempre acompañada.

Se necesita valentía, fuerza, confianza y dedicación, ciertamente no es un camino fácil ... pero todo lo compensa ese regalo en forma sonrisa que nos hace derretir cada mañana. Lo repetiría mil veces, y las mil con iGin.

Laura.